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miércoles, 15 de julio de 2009

Olivia de Havilland una esclava de Hollywood

La actriz Olivia de Havilland, a sus 93 años y única superviviente de los protagonistas de la inmortal Lo que el viento se llevó, confesó que fue “una estrella, pero también una esclava” de Hollywood.

Mujer temperamental y de gran belleza, tuvo un romance célebre (que confirmó en junio de este año) y de final infeliz con el actor y rompecorazones australiano Errol Flynn.

En la autobiografía que escribió antes de morir, en 1959, Flynn le declaró su amor imperecedero. Algo que, según ella, la sorprendió mucho. “Yo no lo rechacé. Me sentía también muy atraída por él. Pero le dije que no podíamos tener nada mientras él siguiese con Lili (su esposa de entonces, Lili Damita)”.

Sobre Lo que el viento se llevó, que le valió una nominación para el Oscar a los 22 años por su interpretación de Melanie Hamilton, dice que fue “una de las experiencias más extraordinarias y personalmente satisfactorias de toda su vida”. Era la primera vez que interpretaba un “personaje real”.

De Havilland recuerda que todo el mundo creía que aquella película iba a ser un “colosal fracaso”. La búsqueda de una intérprete para el personaje de Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) había durado tres años; en el plató se sucedieron tres directores (George Cukor, Sam Wood y, finalmente, Victor Fleming), y “la prensa y todo Hollywood estaban aburridos mucho antes de que terminase el rodaje. Pero, yo no: yo creía en ella. Estaba convencida de que la película triunfaría porque contaba una historia real con personajes reales”, señaló.

La intérprete de Melanie Hamilton descubrió parte de su vida en la entrevista que otorgó al diario The Telegraph, se negó rotundamente a hablar sobre su hermana menor, la también actriz Joan Fontaine, que tiene 91 años y vive en California, y con quien rompió la relación 40 años atrás.

En 1943, De Havilland desafió en soledad a uno de los más poderosos estudios de la meca del cine y demandó a Warner Bros al amparo de la ley “anti-peonaje” de California, una regulación inspirada en el Código napoleónico que prohibía a los patronos reducir a sus trabajadores a la servidumbre.

“Todos en Hollywood creían que perdería, pero yo estaba segura de ganar. Había leído la ley y sabía que lo que hacían los estudios estaba mal”, explicó De Havilland en otra entrevista otrogada al diario The Independent.

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